domingo, 28 de enero de 2018

mira la ciudad, qué sucia

todo está teñido de ese ridículo amarillo,

las luces parpadean hacía adentro,

para sí mismas
y para mis ojos
y los tuyos
y los suyos

roto 
tres veces sobre tu eje,

busco mi luz,
encuentro tu sangre,
su semen
y mis lágrimas

el arte de

estar


y no

estar
en ningún sitio,
a ninguna hora,
y
por ninguna razón en particular






Hace un año la vida eran tornados, huracanes, mi casa sus camas,



pero más que cualquier otra



esa cama,



esa lavanda en la entrada;



hoy la vida son ruinas,



porque no cuela

nada más que un montón de escombros,



y una sonrisa que brilla como el sol a través de un caleidoscopio,



y un par de ojos cansados que guían su vista con las manos,



que están pero no se quedan,
porque no cuela.

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