lunes, 6 de enero de 2014

Me echaba a dormir en los jardines o en las calles. 
Y cuando despertaba se extendían sobre mí unos monstruos
con polvos rosas y blancos en la cara, y me decían 
"Niña mala, niña sucia que pierde los zapatos.
¿De dónde vienes que estornudas como los ratoncitos?
¿Por qué llevas el vestido roto y manchado de lodo?
Tienes tierra hasta entre las pestañas, niña mala." 
Y me ponía en pie y les miraba y no les entendía, y les decía
"Yo, como los girasoles, he brotado de la tierra".


Llevo las zapatillas rotas, y los huesos también, 
el cuello de la polera por debajo de los hombros,
el cabello anudado, como ojos de gato.
La cerveza medio llena, medio vacía.
Los dedos fríos, y torpes, y rotos, sosteniendo
un cigarrillo partido por la mitad, tratando de encenderle,
con la colilla de otro.

Oh, ruego, ruego y suplico.
Tan sucio
y mojado
como el techo
Con la boca
rota
y los pies fríos.
La letra cursiva,
cansada.
La sombra,
de colores gañe, 
gañe,
gañe,
"Tengo,
tengo,
tengo."
Nada tenemos.
Nos tiene.
Una, dos, tres
corcholatas.
Cinco, seis, ocho.
Se ha perdido 
la cuenta.
Gañe, gañe, gañe.
"O me mato,



o me muero."