martes, 20 de febrero de 2018

y bailar sobre el suelo de arena del mundo de arena

porque la vida también es -y mayormente- eso que no es,
es el vecino de mierda que te pone de un zarpaso en la realidad,
cuando pone la música que menos quieres escuchar, y a la 1 y tantas de la madrugada,
es la ceniza que cae del incienso a la alfombra con una lentitud alarmante,
que transforma la distancia entre los objetos de natural a infinita.
o el cigarrillo que se me cayó de los dedos al suelo y nunca más volví a ver,
eso y las centellas que envuelven ocasionalmente cuartos repletos de gente,
pero parece que nadie ha visto nada,
y les pregunto (...) y no contestan
es la ansiedad,
despertar todas las mañanas en el mismo sitio,
o no, o despertar viendo otro techo, sintiendo otro aliento,
es la ansiedad,
lo oscuro
y
la maldad,
pensar que para devolver las vidas que me reclaman,
tendría que quitarme la mía,
y reírme, y jactarme
de lo que os quite, pudriéndose todo en un mismo sitio,
donde a veces voy a pudrirme yo también, recordando lo que me quitasteis y se pudre lejos de mi,
y me pudro y bailo jugando a que toco la luna,
y que la luna me toca
y fantaseo con renunciar al otro lado
y entregarme a vos, porque reconozco la semejanza,
y hay un patrón en tus ojos que también he visto en los míos,
tras pasar horas frente al espejo pensando en
(...)
dejarme caer en el profundo mar,
en la noche oscura,
en llenarme la boca de veneno,
por el placer de consumir de ti el antídoto,

y nunca más volver a encontrarte
ni a ese
ni a esos
no veros nunca
mataros a todos de memoria
a ti volverte a la vida en forma de tres aves doradas,
y bailar
con las criaturas del bosque y enredarme en sus ramas,
andar sus caminos, llenarme de lodo y tierra y saltar entre los sapos,
adoptar la forma de un cuervo y picar los ojos de los que no crean
en tu dulzura,
y bailar hasta que todos mis huesos se hundan en el suelo de arena del mundo de arena,
como si lo hiciese sobre mi propia tumba.

domingo, 18 de febrero de 2018

A veces me extravío;
hablo en un penoso castellano,
aunque la fecha me la sepa completa.
Mancha amorfa que se pierde en el cesped.
Bailando como si me estuviese haciendo pedazos yo también.
No soy más que una loca de Ringulet,
o de Venecia,
que quiso ser Gekrepten.
Y qué bien se siente el humo de tu cigarrillo,
bajando por mi espalda.
Tus labios mojados,
que saben a tierra.

ellxs

releo textos viejos,
entre el humo de cigarrillos dulces
                                        y un cuerpo que se calcina por dentro.
me asusta mi hermosa capacidad de mentir para enamorarme
                                                                            de mi misma, 
                         a través de otros ojos,

                                                                                                 (ahora entiendo porque siempre caduca)


sé que mi alma también es de ellxs,
y está jodido,
y está bien,
ellxs me sostienen,
ellxs tienen brazos envolventes,


ellxs me envuelven,
me cobijan,
me cogen,
me pegan,
me muerden,
me arañan,
me escupen,
me insultan,
me pegan,
me respiran,
me comen,
me alimentan,
me cogen,
me cogen,
me cogen,
me bendicen
ellxs me abrazan,
                                                                            lloran sobre mi cuerpo los colores de otro cielo,
ellxs me besan la frente, 
cuando no se chasquean a sí mismxs los dedos, pretendiendo que en ese preciso instante despiertan de una profunda laguna mental, y de pronto han aparecido en una pieza irreconocible, desnudxs, frente a mí, también desnudx.
ellxs me llenan,
de vida, 
de saliva, 
me llenan el coño,
el reloj de bolsillo,
por momentos, el apetito.
ellxs me sostienen,
y seguimos viviendo (...) sólo porque ya sabemos lo que es estar muertxs.

viernes, 9 de febrero de 2018

carta de amor para alguien que no existe

recuerdo en los poros de la piel el sol frío    de   la   ciudad dorada,

                                                                                 y               que 

me gusta la miel cristalina,   
 que se escurre ,
como se escurren      
      tus            lágrimas saladas 
                                                                 sobre mis mejillas
y a veces sobre mi
                                      lengua 



la gente reza 


y reza

 y 



reza


y

se queda sin tiempo de escuchar


se queda sin tiempo de sentir


se queda sin tiempo sin sentir sin otra gente que bendecir

llevaré siempre en los huesos las derrotas y las tardes de insolación,
          el calor que entra por mi boca, hacia mi garganta y directo al estómago
y se siente familiar, 
pero sería enfermizo mencionarlo 
enfermizo,
con zeta
como el viejo al que llamáis tiempo
ese que se cuelga candelabros en las orejas y baila de cabeza en las cornisas como pasatiempo ordinario,
guarda aves muertas dentro del cajón de una cómoda de vidrio soplado sobre la cual se columpia una triste, 
una ninfa, 
y está en una jaula pero no se la puso tiempo
ella se la inventó


entonces:

las derrotas y las tardes de insolación,
                las noches borrosas en las que corría por el dédalo sin 
dirección,

tropezando con maniquíes de medio tiempo,  
que lavan la ropa ajena en cajones de madera y con agua de pantano,
con pijamas
 que repiten las palabras
 que pronuncio
 casi al unísono y como un mantra,
mientras restriegan lentamente sus rostros contra el concreto,
los observo y siento que lloro por dentro, 
que lloro adentro,
y escurre de mí
una lágrima espesa y roja , 

que termina hundiéndose en el suelo

y saboreo con los labios hinchados
 una sangre que hierve, pura

que vulgar es mi puta naturaleza

(xeso) 

me invento que te invento,
que no existís,
que seguís atorado en los sueños que tenía de pequeña,
que tenés mil versiones distintas de una misma 
y que estás tan pirado que ya no puedes no estar bien,
y que te preocupa dices, y sonríes cada vez más
y no me explico cómo no me estalla el mundo
                                             en las manos
cuando te toco
y cómo aún gira la tierra cuando 
tus manos 
aprietan mi cuello
y es tan suave
                   la noche que cae sobre mi pecho, 
cuando me desnudo 
ante el espejo del cuarto con el sillón rojo 
y las ventanas que dan directo al techo del vecino,
       que saluda, y desea ,
       pero no es un bastardo y respeta, 
entonces pienso que no hay mucho lío en si me ve las tetas
                            o cuando me voy inclina delicadamente la cabeza
 para ver bien el movimiento de mi vestido 
                         contra mis piernas morenas,
ese cuarto en el que nunca me dejasteis sola,
ese cuarto del espejo enorme
                          sobre ese mueble tosco y sin uso 
sobre el cual
                 quite una vida



 y fingí dos .