miércoles, 4 de marzo de 2015

Mi forma de bailar y tus laditos van en ritmo de un telegrama
que envía pasada la hora de dormir:
SOS Tierra llamando a las estrellas.
Alcanzo a escuchar las risas de nerviosismo de los niños que entraron a escondidillas en la oficina de su padre a pedir ayudar para salvar al mundo,
cuando me recuesto en la misma posición que si me recostase
sobre tu pecho.


Quemamos nuestras creencias en las creencias de otros.
Y terminamos por fumarnolas juntas.
Y nos acercamos al oído para decir "Que Dios te bendiga" 
y así hacer acabar al otro con una risa tan fina que
pareciera ser, porque es, 
el placer que se vuelve fono y se escapa
de 
nuestras
bocas.

Tus ojos en mis ojos, faros que iluminan a las rocas cuando la marea anda baja.
Baja.
Baja como mi moral y mis rodillas en el suelo.
O mi cámara enfocando tu espalda, carretera de mis letras.
Y si no es eso, que entonces sean tus gises manchándome el cabello y tus pinceles como mis pestañas.

Cuántas veces no he pensado que si el mundo se estuviese acabando no haría otra cosa que no fuera buscarte para bailar con un porro que va de mi boca a tu boca y nosotros al cielo.

Lanzas una piedra a un callejón oscuro, invitándome a jugar a la rayuela.