miércoles, 25 de junio de 2014

Ego, real.

Para responder debidamente a la pregunta "¿Existe un ego (yo) real?", primero hay que conceptualizar dicho término. Sí, sí. Aunque os fastidien los conceptos y sean más de correr desnudos por la carretera.
Ahora, he escrito "Hay que conceptualizar...". Uno debe hacerlo. Porque uno no puede atenerse con tanta simpleza a los conceptos de Freud, que razones hay muchas, pero la principal: Freud era un ser, con ideas y un ego propios, indignos de someternos a sí mismos, ideas y concepto. Entendible, ¿eh? Aunque dejando eso de lado, uno queda más perdido todavía, y ya no sabe de dónde tomar referencias. Una lata esto, una verdadera lata. Pero es que si se está tratando de responder una pregunta tan ajena y personal como el mismísimo conocimiento de nosotros mismos, debemos de darnos de hostias contra la pared si lo vemos como necesario.

Citando a wikipedia: El concepto de yo (ego) es un término difícil de definir de buenas a primeras dadas sus diferentes acepciones.
Bien dicho, aunque pudo ir mejor. Me permitiré cambiarle mínima y radicalmente.
El término yo (ego) es un término difícil de conceptualizar de buenas a primeras. 
La parte de "Dadas sus diferentes acepciones" es inclusive graciosa. Acepciones se refiere a las distintas maneras de entender una palabra o frase. 

"Oh, he cumplido 27 años. Estoy tan viejo. Bien, bien, navegaré un ratito por la red. ¿Qué es esta página rara? "¿Existe un ego real?" Uf, ¿y eso qué es? Me pondré a investigar.
Hmmm, ya, ya, pues no entiendo nada muy bien. Mis ideas discrepan de otras, lo mismo que son parecidas a las de otros. Mi respuesta está peor que antes de que me plantease la pregunta, mierda."

Entre tanto leer y analizar las ideas de psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas, uno puede olvidarse de que en un principio la pregunta era "¿Existe un ego real?", y que esa pregunta fue tomada personalmente. Aunque a todo esto... quizá ahí esté mi error y por eso me niegue a hacer psicologías.
No sé, me parece sencillamente inconcebible hacer un análisis de mí misma, con ideas de otros. Por eso he escrito que para responder a la pregunta primero hay que conceptualizar el término Ego. Lo mismo que hizo Freud, me supongo. Mientras se desgaja la naranja, se escurre el jugo. Uno empieza queriendo saber qué es realmente, y termina con muchísimos conceptos que le fue raspando al concepto poco convincente de Ego.

La respuesta es cosa de uno mismo. Concluyo con lo mismo que Guillermo Galvez. 
El Dalai Lama dice que no existe un Yo coherente o esencial, sino la actividad de los 5 "Skandas" trabajando en conjunto.
Me parece una de las respuestas personales más simples y brillantes que se han podido dar a la maldita pregunta.

sábado, 14 de junio de 2014

Existe un cuadro malo, muy bueno.
Un cuadro hecho a lo bruto por la madrugada, las horas ya cobradas al sueño, los cigarrillos y otras cosas como el pestañeo constante de las luces.
En este cuadro las cosas se oyen al revés. Hasta que se consume.
Se oye, por ejemplo, el dolor: la espalda que se arquea con brutalidad cuando las notas musicales se hacen frecuentes y bruscas. Y no hay nada en la cabeza, nada excepto sesos. Y no hay nada en el cuerpo, más que la columna vertebral arqueada y los huesos un poco viejos, un poco rotos.
Se oyen las venas también, al proclamarse dueñas de la piel, de la vida incluso, al reclamar, al moverse enérgicamente dentro de uno. 
Se oye la pena cuando se tapa la cara con ambas manos, usando las palmas hacia dentro, discreta, y grita.
Se oyen, para terminar antes de terminar, todas esas cosas que se oyen cuando a uno le da por no poder dormir. 
El cuadro se consume, sí. Como, o con, no sé, un cigarrillo apurado por el sueño.
Pestañeos rápidos, un largo cerrar de ojos, pestañeos. Los parpados apretados,
las ventanas que se abren y dejan a la vista unas lagunas sucias, cansadas, cafés. Los parpados ligeros.
Sin mencionar la media luz a mitad del cuarto que se traga de a poquito a sí misma, y al otro.
En este cuadro las cosas se oyen al revés. 
Hasta que, a causa de quién-sabe-qué, el cuerpo se sacude como en una convulsión rápida, para luego quedarse inerte. Y la mano que sostiene el cigarrillo cae fuera de la cama, y con sus fuerzas, el cigarrillo. Que termina por apagarse torturado por el frío, frío, muy frío, suelo. 

jueves, 12 de junio de 2014

431 años, bien vividos.

El reloj marca las diez treinta y algo de la mañana, pero bien se le podrían recorrer los dos puntos y decir que es la una y algo, o dejarlo así pero decir que ya es de noche. No sé. Juegos tontos para aliviar la resaca.
Estoy cansada. ("Estoy cansada", siempre ha de estar presente esa frasecilla idiota, ¿eh?)
Pero lo cierto es que sí, que una se cansa, se queda sin cosas buenas que escribir, porque se queda sin cosas buenas. Entendiendo como cosas buenas... lo que se te dé la puta gana, lector. Porque uno se cansa tanto que ya no se quiere ni detener a explicar por qué las rodillas raspadas y por qué el alcohol en los dientes.
No sé, a veces una está tan podrida que... Pues que eso, que deja su podrido texto de lado y se va a llorar.
¿Qué es lo que quieren?
Anoche estaba mojada, borracha y puteada.
Estaba cantando alguna canción sobre clonación y quizá alguna sobre los defectos que uno guarda por guardar.
Ya saben como es esta vida, si ocurre algo malo, bebo para olvidarlo por unas horas, aunque en realidad nunca se me olvida, y si no pasa nada, bebo para que pase algo.

Ruidos que se escabullen por entre las aberturas que se dejan casi sin querer entre ventana y ventana.
La señal poco viva de las radios clandestinas. Las antenas gigantes, y las ganas irrefutables de tragarse la distancia, también irrefutable, entre hombro y codo, entre codo y muñeca, entre la muñeca y los dedos y el teclado.
La duda asfixiante de si el ruido, el ruido que se escabulle por entre las aberturas que se dejan casi sin querer entre ventana y ventana,
es lo único bien sabido.
Un absurdo total. Ni siquiera se puede saber si el ruido es un grito, una interferencia, un estéreo, un gemido. 
El oído que se acerca al vientre, el mar que no aparece. 
Y entonces el ruido ha de aceptarse por verdad. Un absoluto.
El enfoque es peor cuando no se tiene intención de enfocar. 
Es entonces, no sé, cuando se entiende que de nada sirve tener un alma no tan mala. El mundo está llena de ellas, y fíjense.