domingo, 29 de septiembre de 2013

Rayuela.

Cortázar, autor de Rayuela, decía que los libros no se agotan en el análisis, que hay que vivirlos.
Y eso, sin querer (en verdad no quise), fue lo que hice: viví Rayuela.

Los primeros párrafos del capítulo 7, que me llegaron como viento matinal, difusos y sangrantes, me agarraron por la muñeca y me llevaron hasta la librería. 
En medio, ( no encima ni al lado, en medio) de tanto absurdo y tanto de todo tan triste, tenía Rayuela abrazado contra el pecho, como cuidándome de lo triste y de lo absurdo camino a casa, como golpeando con sus hojas todo pensamiento poco coherente y esas cosas.
Me senté frente al comedor, ya en casa, y desgajé el libro con cuidado y violencia. Lo cierto es que estaba ansiosa de tener con que escaparme de mí.
Recuerdo haber tomado el libro con ambas manos y haberlo conducido directo a mi nariz; olía a leche, incluso a cigarrillos. Lo puse sobre la mesa y lo abrí con un cariño frío que no parecía venir de mí, cosa que me asusto, entonces Cortázar pateó su piedrita a la casilla 1, abriendo así un juego que, aunque todavía no sabía, no me apetecía jugar. 
Había unas letras mayúsculas contando algo de un tablero de dirección, y bajo ellas, otras tantas pero ya minúsculas; se leía: "A su manera este libro es muchos  libros, pero sobre todo es dos libros. El lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades siguientes:"
Inocentemente creí que Cortázar sí que me ayudaría a escapar de mí. Todo eso del tablero, no lo sé...
Opté por, primeramente,  leer el libro de forma corriente, porque estaba consciente de que no tendría la capacidad de leerlo a saltos, de que me desesperaría y terminará arrinconándole en mi pequeño librero.

Apenas había llegado a la segunda página del capítulo uno, y ya me había percatado de que el libro que olía a leche y cigarrillos no era parecido a nada.

Solía leer el libro en las madrugadas y adentrarme en él de manera absurda. 
Me era terriblemente sencillo hundirme en la incoherencia arañada de coherencia que Cortázar manejaba, y me era sencillo perderme pensándolo a él mecanografiando todas esas letras. 
Muchas veces evité siquiera voltear a ver el libro; estaba tan cansada de mi absurdo, que no me apetecía estar cansada del de Rayuela, principalmente del de Horacio que me hacía cerrar los ojos y sentir cosquillas en las plantas de los pies y esas cosas. 
He ahí la razón de que haya tardado tanto en terminar el primer libro, y la de que me haya abstenido a continuar con el segundo. Falta de valor.
Muchas veces me dio por cerrar el libro de golpe; un ejemplo de ello es cuando llegué al capítulo 44 que contaba algo así: "En la oscuridad se besaban en la nariz, en la boca, sobre los ojos, y Traveler acariciaba la mejilla de Talita con una mano que salía de entre las sábanas y volvía a esconderse como si hiciera mucho frío". Ese capítulo estuvo lleno de todo lo que ya no quería saber, y así fue con muchos otros.
En ocasiones como esa parecía que Cortázar iba siguiendo cada trazo que yo hacía sobre la acera, tratando de que su tejo quedará idéntico al mío y lográndolo, aunque no del todo.
No sé si me explico; era como si me hubiese escrito tiempo atrás, y en ese preciso momento estuviera obligándome a leerme, entre ese frío y esa gente. 
Era una sensación tan cruel que me daba por cerrar el libro de golpe y abrazarme a mí misma, con repulsión.


Había leído, por coincidencia, historias "extraordinarias" de personas que se habían formado a través de Rayuela, que decían que sin darse cuenta sus vidas se habían cocido en el caldero lleno de letras de Cortázar.
A mí lo que me iba ocurriendo tras pasar páginas y cerrar de golpe, era que me iba encontrando conmigo, con Cortázar, con todos. 
Así como lo decía Talita al principio del capítulo 47: "Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo..." Rayuela es Cortázar, y los personajes, y los lectores, y todos.

Considero que Cortázar, a pesar de haber hablado y de haber oído hablar tanto sobre Rayuela, nunca entendió la magnitud de su obra. Quizá Cortázar nunca supo de cierto que en su libro estaban todos, que su libro era de todos, hasta de los que no lo entendían y mejor le tiraban al tacho de la basura. 
Puede parecer una incoherencia, pero en tanto absurdo, en tanto humo y tanto Jazz y tanto de todo eso que es Rayuela, hay la realidad, o lo que sea que es cada uno.

De Rayuela, esta obra que conmocionaba hasta a los analfabetas del 63 con su puro nombramiento, hay tanto que decir que nadie dice nada, y eso lo dice todo. 
No hay manera de explicar Rayuela en términos metódicos. Todos esos que la han examinado y estudiado, destripándola, rompiéndola en el intento de quitarle la pulpa y dejar al descubierto sus nervaduras, todos esos no hacen más que negarse a sentir el libro.
Sentir Rayuela es entender Rayuela con la nariz y las pestañas. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

"Se hizo una fotografía y la tituló 'Esperanzas muertas', porque de eso se trataba todo."


Una voz desolada me suplicaba "Sing me to sleep. and then leave me alone." 

Grandes ojos cafés, cabello ondulado, labios preciosos que se mueven inseguros en el intento de una sonrisa (muda).
Lo más real que en mi mente ha aterrizado, desde hace mucho.
Tú, por supuesto.



¿Te acuerdas de aquel día en el que me mostraste el poema de Michael?
Te acercaste a hurtadillas, con el libro en las manos, (ya no se te notan tanto las cicatrices, eso ha de ser bueno) lo pusiste sobre mi butaca y te volviste a la tuya. 

Una vez en una hoja amarilla de papel con rayas verdes 
escribió un poema 
y lo llamo “Chops” 
porque así se llamaba su perro 
Y de eso trataba todo...


Terminé de leer el poema, (que por cierto, y no te dije, pero tú lo supiste, me rompió como si yo fuese una ventana y él un grito) cerré el libro como suelo cerrar libros cuando lo leído descoce, y respirando frío apenas te miré.

-¿Cómo te sientes?
-...

Escuché como dejabas caer unas cuantas letras... 
Y tu rostro y tu sonrisa, tan tristes.
A ti te rompió tanto como a mí.

¡Joder, Mónica, eres la misma chica desalineada que se iba hundiendo como en un submarino roto, en Promesas-Decepciones!
Sólo que ahora tu submarino tiene un parche, para cubrir la rotura, y ya no escuchas Promesas-Decepciones, tampoco combinas pantaloncillos cortos con blusas flojas a rayas y converse.
...Entonces quizá no eres ella, pero te le pareces bastante.

Cuando eramos cercanas, (cercanas en realidad y no lo que es una foto en FB con la etiqueta "Te amo", sino más bien helado después de la escuela y platicas manidas sobre cosas sin mucho sentido) yo no era más que una mentira, y no supe abrazar lo maravillosa y rota que tú eras. 
Luego, cuando todo comenzó a desmoronarse (y si te pones a pensar, se desmoronó tan rápido que no dolió), yo comenzaba a ser marañaras y sal... Y para no empezar con pavadas, me limito a escribir que tampoco en ese entonces supe abrazarte a pesar de que conocía tus cicatrices. No supe o no quise, de eso no estoy bien segura. 
Fui una egoísta... yo debí abrazarte y decirte que no eras nada de lo que creías, debí cuidarte... debí muchas cosas, pero no hice nada. Y sí debí, Mona, sí debí. 
La historia de cómo fuiste capaz de ocultar las cicatrices más que a base de sonrisas, ha de ser maravillosa. Si es que existe, claro.


...No sé bien que haya pasado contigo todo este tiempo, pero vislumbré un montón de caídas cuando te pregunté que porqué antes veías películas de suicidio y tú dijiste "Estaba mal...", y entrecerraste tus ojitos y sonreíste con una tristeza que...


 -Disculpa si divago, es que me resulta raro escribir esto. Es como escribirle a una imagen borrosa y difusa.-

Mentiría si dijera que te conozco. 
Hoy que es sábado, que mi vida se ha vuelto un dédalo y que tú te has sacudido quién sabe cómo la inseguridad conforme a las blusas transparentadas, no te conozco.
No sé cuál es tu color favorito, ni porqué. No sé si te gusta leer cuentos por las noches o si sufres de insomnio, no sé ni siquiera si sufres. No sé cuál es tu comida favorita, aunque de seguro tienes más de una.
Cuando mucho sé que te gusta el poema de Michael (que por cierto, termina del carajo) y la parte en la que le responden a Charlie que aceptamos el amor que creemos merecer. 
Te he visto releerlos varias veces.

Y a las tres de la madrugada se metió él mismo en la cama
 mientras su padre roncaba profundamente.

Por eso en el dorso de una bolsa de papel marrón 

intentó escribir otro poema 
Y lo llamo “Absolutamente nada” 
Porque de eso trataba todo en realidad 
Y se dio a sí mismo un sobresaliente
y un corte en cada una de sus malditas muñecas
Y lo colgó en la puerta del baño 
porque esta vez no creyó 
que pudiera llegar a la cocina.


...



(Yo mataré monstruos por ti, sólo tienes que avisar.)

jueves, 19 de septiembre de 2013

Otra vez un cigarrillo, dolesciendo entre labios que no son míos.
Otra vez la hoja en blanco y el lapicero negro.
Otra vez las grullas de papel picándome los ojos.
Otra vez la tiza en las plantas de los pies.
Otra vez tú, entre plantas verdes. Y tan bobo piensas que son bufandas.





"La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato.

Ingredientes:
-Una acera.
-Un zapato.
-Un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores.

En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra.
Es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo."

(Julio Cortázar, el que no sabe pensar. Rayuela. De las páginas que huelen a vino y a cerezas. Et tou nos amours. Et tou nos amours.)




Por qué no habría de apagar el cigarrillo contra el marco de la ventana y bajarme de ahí en un sólo salto, y luego, haciendo trampas, ir del cielo a la tierra...
Por qué no habría de coger las tizas y menos de $200.00, salir a la calle y andar sin pisar las rayitas de las banquetas, tomar un bus esperando que me lleve a una ciudad que no conozco, o una isla fría, en el sol. Lo que sea va bien.
Por qué no habría de buscarte en los peores barrios y a las peores horas.
Por qué no habría de tomarte por el antebrazo y atraerte hacia mí, unir mi cuerpo al tuyo casi con violencia, y besarte la frente y que la llovizna se vuelva tormenta y esas cosas.
Por qué no habría de...
-El cigarrillo se apaga entre mis labios, dejando caer como en un suspiro unas últimas cenizas que puisque la terre est ronde mon amour t'en fais pas mon amour t'en fais pas.-
Pues por eso no.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Puta rayuela.

"...Ni que tuvieras lenguas en los dedos, Talita"
¿Has dicho lenguas?
Soy yo, soy él. A Talita le gusta jugar con la grabadora. También le gusta la limonada.
No sé porqué me imagino su limonada rosa y su cabello enmarañado, amarrado en un chongo a la altura de la frente.
Nadie recuerda tu nombre.
Sombras. Lluvia matinal, en sábado.
No es sábado y no llueve.
Cigarrillos y grullas de papel.
Ya volaron.
Ya no hay cigarrillos.
El cuento de la chica (bufanda roja) que tanto disfrutaba de los pecesillos de colores, en el desagüe. Pobrecilla, le dolía tanto el mundo. Su novio ("Novio", que palabra más imbécil. Habrá que repetirla muchas veces frente al espejo, para que así se deshaga. Luego, quizá luego...) tomó un tren, que para ir a no sé dónde y así salvar a Alicia. (¿O no se llamaba Alicia?)
Joder, ese hombre, se llama... ¡Le han dado un tiro!
Ve cómo cae la sangre sobre las flores blancas. Y los otros tocando (instrumentos) y besando (bocas y cuellos).
Otra vez la lluvia matinal.
Ya es de noche.
La pieza en París.
"Has de cumplir con tus deberes". 
He de encerrarme en mi habitación por al menos 3 años, cojonudos.
Eres una cojonuda miserable. Eres hermosa.
Me quedo con lo de cojonuda miserable.
La pieza de Pola en París.
¿Por qué, Horacio? ¿Por qué?
Fire, fire.
Fechas.
Restos.
Cuántas luces.
Restos de fechas.
"Mira, un pedacito de nosotros", y me entrega un pedacito de escombro al que llama piedra con forma de piedra.
Ya cállate con la piedra, Marcela. Si no te callas con eso, tomaré la piedra y la pondré en tu garganta... 
Los ojos más bonitos que jamás haya visto.
Tantos cristales en la azotea... Se me encajarán en las plantas de los pies. 
Mujer entre plantas.
La vida entre las piernas de una mujer llena de plantas.
Besos en las heridas, para sanarles pronto y así poder volver a cortar sobre esa misma piel.
¿Por qué, Horacio? ¿Por qué seguís en la ventana, che? 
Amacanándote en la ventana, Horacio. 
Te ves tan chistoso, como si estuvieses hecho de tiza. 
Nada más no te caigas, Horacio, porque si no cómo voy a besarle la nariz.
Mira cuántos pecesillos en el aire, cuántas aves en tus labios. 
-¿Qué coño pasó con el hijo de puta? 
-¿Con el que desapareció?
-Sí.
-Pues nada, los pandas gigantes delineados con tiza, ya sabes.
-Jo, ¿quién ese que se anda paseando en bicicleta?
- Uh... Jim (?)
-Oh, pues va en ropa interior, ¿no te resulta raro, Marcela?
-Los pandas gigantes delineados con tiza, los hombres casi desnudos que andan en bicicleta, ya sabes.
No he ido a la playa más que una vez, y ni ganas de volver. Para qué te miento.
No me apetece volver a pisar la arena caliente, esas cosas...
Pásame los fósforos.
¿Por qué se ha enrollado con la rubia? Era evidente que la mujer traía un cuchillo entre las pantaletas. Tan idiota.
¡Cállate, niña!
Y terminábamos durmiendo juntas...
Lluvia matinal.
Te echo de menos.
Nunca me han gustado las bufandas.
¿Entonces no nos casamos?
Vaya a saber -había dicho Horacio...
¿Y la Maga?
Echo de menos a la Maga.
Pobre de su chico. Rocamadour. Maldito egoísta.
Pola tenía cáncer. Todo culpa de Lucía.
Antonio, Antonio... ¡Hijo de puta!
¿Cómo se llamaba el poeta que se suicido por culpa de Carmen? Ah, Nicolás...
Idiota, idiota Nicolás.
Traveler. Ese maldito otro.
Ojalá hubiese buscado el pasaje.
Así todos contentos.
Nunca nadie nada como tú.
Y aunque no crea en los para siempre... Pon tu rostro justo debajo del mío, para verme. Yo no puedo verte. Nadie sabe porqué. Y tú dices que te gusta observarme. Pon tu rostro justo debajo del mío, pega tu frente a la mía. Debajo. Para vernos.
Las puntas de nuestras narices.
Tan bonito.
El niño dijo: "Calla a este desconocido con un beso".
Diciembre... Tan vino rosado (como el cabello de Ella y el té...) , tan "Joder, no puedo permanecer ni un minuto más despierta, pero el pobre está ebrio y roto... Seguro que está roto; por eso que me contó J, mi buena amiga J... Vaya, me ha pedido que lo ame. Y lo ha escrito mal. Joder, no puedo permanecer ni un minuto más despierta, pero..."
Mirá (sí con acento en la letra "a") , no ya no mires nada.
Para cuando te decidas a...
Anda, lanza la piedrita que...
¿Piedrita?
Para jugar a la rayuela se necesita una piedrita, sí.
No me vengas a joder con eso.
¡Cállate, Marcela y lanza la piedrita!
Ya se ha salido de la casilla, has perdido, boba.


¡Ay, Horacio, te dije que no te fueras a caer! 
Cuando menos has caído en el cielo.


lunes, 16 de septiembre de 2013

La soledad me escuece los labios.

Se lea la fecha que se lea, encerrada en un rectangulíto gris, es mentira. Hoy es miércoles, 7 de agosto.


Desperté debido a que el dolor, ligero e insistente, se tumbó sobre mis labios.
¡Joder, cómo escuece esta soledad!
Me quité la sábana de encima y la lancé lejos de la cama. 
Permanecí sentada al borde por unos minutos, y rompí a llorar. Así nada más.
"Joder", susurré al sentirme en patetismo, y con violencia me limpie las lágrimas del rostro y el cuello.
Y pensar que tus labios habían rosado el mismo sitio que ahora mis dedos coléricos maltrataban.
Encendí la lampara de noche y observé la lluvia por el ventanal. Ni siquiera sonreí.
Eché un vistazo rápido al reloj. 

-"3:15 a.m. Joder, qué bien me vendrían un cigarrillo y un café ahora mismo.", dice Vía.
-"Pero no hay café. Mucho menos cigarrillos.", le reprende L.
-"Hay ausencias. Se pueden fumar." dice Vía.
-¿Y qué vas a beber?, pregunta L.
-Hay ruinas también... 



(Y la soledad no escuece sólo los labios, has de saber...)


viernes, 13 de septiembre de 2013

El pijama azul que vestía de café.

...Entonces el pijama azul me miró y me dijo "La vida va y viene." y lo miré y le dije que no. 
Otro me preguntó que porqué no y yo le dije que porque no. 
Me pidió que le explicara y se llevó los dedos a la barbilla. (Como los escritores que se llevan los dedos a la barbilla y se muestran interesados en cómo se debe cortar la cebolla para la torta de navidad.)
Yo le dije que no, que no iba a explicarle nada, que porque no me apetecía hablar así. El pobrecillo se tuvo que guardar los dedos y fingir un mohín para borrar el gesto de interés de su rostro, que por cierto es muy chistoso.

Los locos se fueron yendo uno a uno, dos y luego todos. Yo me fui a sentar al piso frío del dédalo y... 
...De tomar la vida como sinónimo de sentirse vivo, el pijama azul tendría razón: la vida va y viene. 
Y luego ya no viene, nada más se va. Y se va, y se vuelve a ir, pero sin volver. 

Y es como lo que me pasa.


(Cabello y zapatillas azules batiéndose entre el viento y los charquitos. Lo mismo que marañas y sal.)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Quizá algún día, luego de muchas madrugadas, muchas vidas, mucho de lo que sea, podamos volver a no entendernos, y a decir que aquello nos hace bien. Quizá y hasta sea verdad.
Quizá...
Quizá... ¡Joder!
...Míranos desde el lado de allá; lucimos más rotos que los extraños que, tomados de las manos, se hundían en Clocks. 
No personas que se quieren, extraños.

¿No te has puesto a desbaratar aquello?
Clocks que es relojes, que es tiempo que es en domingo. Que no es. Que no debe ser porque los domingos no tienen horas. 


La confusión nunca termina,
paredes que se cierran y relojes que hacen tic-tac
van a volver y llevarte a casa.
No pude evitar que ahora lo sepas.



No sé si me creas que aquel día se ha hundido en la opacidad desde que subí al camión que me trajo de vuelta a este sitio. Este sitio en el que sin saberlo (nadie sabía) habría más miseria de la normal.
A veces no me acuerdo de tus ojos, ni de tus dedos.
A veces me despierto confiándome en que todo ha sido un sueño, y en que jamás...
Pero me veo las muñecas y no, no...
Otras veces, mi habitación huele a ti, a tu cuello. Los cigarrillos tienen un sabor salado, que se le parece mucho a tus labios. El frío juega, como tus dedos, a enmarañarme el cabello..
Y yo siento quererte, hasta con la nariz...

...

He tenido que aplastar tantas letritas con el pulgar, ¿sabes...?
Sí, sí sabes. 

Me falla la fuerza y concedo que no hay nada de malo en hacerte saber que el día se ha enredado entre las piernas de una mujer cubierta de plantas, y que quizá luego... 
... Quizá luego (porque acuérdate que dijimos "Hasta luego") cuando estemos curados, podamos jugar en aquel puente en el que hay un 70% de probabilidades de morir.




(Si le ves desde el lado de acá, pareciera que me he puesto a escribir una carta, a lápiz, de despedida o algo parecido, (evitando mencionar lo mucho que me gusta el lunar que tienes entre los dedos y...) que la he releído una, dos, tres veces, con un cigarrillo entre, una, dos, los labios, tres veces; que he concedido con tristeza y pena que no quiero despedirme y que entonces he tratado de borrarle, pero que la fuerza me ha faltado y me he ido a arrinconar... Y pareciera que entonces la hoja mal borrada se ha quedado sobre la cama y que...
You are home where I wanted to go.)

martes, 10 de septiembre de 2013

Inescribible no es una palabra.

-Te amo... No entiendo porqué, y espero nunca entenderlo.
-Eso es lo maravilloso de lo nuestro.

Pero ambos sabíamos que en algún momento había que entenderlo, sólo que precisar el momento de algo no resultaba sencillo en lo absoluto.
Y ahora, de madrugada, sentada en la cornisa con un cigarrillo en la mano derecha, entre el frío y las luces, me pregunto si todo este desborde llegó a tener sentido, si en realidad nos quisimos, si la última mañana de abril fue fría, si los domingos tienen horas, si dormí o no el 6 de mayo, si aquel mes al que llaman julio también fue mentira, si las piedras tienen forma de piedra, si la llave que conservas le sería útil a Alicia, si algún día al mirar debajo de la cama voy a encontrarte, si es posible romper ventanas de un grito, por qué tenía la cara manchada de pintura la última mañana fría de abril, por qué me da tanto miedo noviembre, por qué estoy sentada en la cornisa si le temo a las alturas, por qué el té tiene sabor latente, si en realidad nos quisimos, si el desborde tuvo sentido...

Quizá eso a lo que llamamos amarnos, no fue más que andar en un pasillo que consideramos interminable.
Porque si nos quisimos fue entre letras, insomnio, humo, soledades y letras, y eso no pudo haber sido muy real.
Tal vez nunca nos quisimos, sin embargo escribimos. Escribimos tanto que cualquiera, incluso Oliveira, se lo habría creído.

Nosotros también llegamos a creérnoslo, Z. ¿Te acuerdas lo cansados, melancólicos, (in)estables y contentos que eramos (casi) todas las madrugadas.
Charlábamos sobre un futuro y un siempre. Yo no entendía ni lo uno ni lo otro, pero los quería contigo. Quería un futuro y un siempre, contigo. Fueran lo que fuesen.
...Y tantas otras cosas inescribibles.


Ahora, Z, todo es como desde otro tiempo.
Temo que no entender es ya haber entendido.
Y que...



El presente se llama ausente, el futuro frío y el pasado gato. O el presente se llama piedra y el futuro, ausente y el pasado, frío. O el futuro se llama gato, el ausente frío y el presente pasado. Piedra se llama sofá que se llama rojo. Futuro ausente y pasado abril, no, más bien noviembre. Noviembre ausente o efímero, o nada.
O todos se llaman igual o ninguno tiene nombre.

Agosto y frío.

Te acordarás de aquella canción que me dedicaste la última mañana fría de abril...
Ambos nos reíamos a escondidas porque estábamos conscientes de que la canción era casi un chiste: letras brutalmente manidas, ahogadas en una ridícula melodía pop.
A mí me parecía que esa canción nada que ver con lo nuestro.

"... El viento se lleva los besos que hoy ya no estarán. ¿Y dónde estás?"
No, nada que ver.


Anoche me dio por revisar archivos viejos, y pues sí... Me encontré con aquella canción.
Entonces ya no supe si era agosto(?) o abril. Tampoco supe de dónde venían el frío y olor a pintura.


Oh, ahora sí que se parecía a lo nuestro...
"Y espero que entonces el tiempo nos vuelva a encontrar..."
Oh, sí que se parecía. Qué triste. Qué triste resultaba esto. Qué triste resultaba parecernos a letras terriblemente masticadas y ahogadas en una ridícula melodía.








(El frío de abril. Las letras masticadas. La melodía ridícula. Agosto(?). El frío. La pintura. Abril. Letras. 
Se me escapa la risa debido al absurdo. Otra vez el frío. Z, pero que canción más boba. Sal y nostalgia. 
Cuánta (¿Qué agregarle a "cuánta"?)
Cuánta quién-sabe-qué.)

Como si hubiese un título para todo, qué idiotez.

Venía aquí para escribir sobre azoteas, pero al carajo con las azoteas y el sofá rojo.
Al carajo con todo, incluidas las semillas de menta y el color de tus ojos.
No me apetece escribirle a N, ni a ti Z.
Te puedes ir al carajo.
No me apetece hablar sobre pecas y labios.
Y la puta entrada me pide que le de un nombre, como si hubiese un título para todo. Qué idiotez.
Mucho menos sobre el cosmos.
Y mucho menos que menos, me apetece hablar sobre bufandas. Ni verdes, ni azules.
Hoy no.
Hoy no me apetece.
Me apetece escribir muchas veces la palabra "Apetece", eso sí.
¿Que por qué?, pues porque "apetece" suena a mañana fría, a lluvia matinal, a... (Joder, por poco y te escribo...)
Al carajo se puede ir también esa palabra.
Al carajo se puede ir el gato blanco.
Al carajo se puede ir todo.
Al carajo se puede ir todo.
(Sí, dos veces.)
Todo.
Todo.
Todo.
Todo menos las paletítas y los besos en las rodillas.
(Apetece. Apetece. Apetece. Apetece. Apetece. Apetece. Apetece. Apetece.
Apetece no es una palabra. Apetece. Apetece. Apetece. Me perdí. Apetece.)

lunes, 9 de septiembre de 2013

Sábanas rotas.

"Requiero de café y cuchillas para mantenerme despierta."
Pavadas, pavadas.

"Y así, entre madrugadas, cigarrillos y café torpemente endulzado, te vas desvaneciendo", había escrito hace quién-sabe-cuánto.
No era mentira, ni verdad. Era anhelo.

¿Te acuerdas de aquella vez que amanecimos cansados y te ofrecí café?
No había café (comestible), y saliste como sonámbulo de la casa.
Me doblaba de risa al recordar tus ojitos, que parecían haberse encogido (más).
Nirvana no había parado de llorar en toda la noche y nosotros no habíamos dormido un carajo. 
Eran las 10:00 a.m y nuestra pequeña apenas dormía. Y dormía como si estuviese muerta.
"Duerme como si le hubiesen pegado un tiro", te dije riendo frente a su cuna. A ti no te resultó chistoso lo de la muerte, y no era porque estuvieses cansado. 
Al entrar en la cocina me miraste como si fuese la primera vez que me veías con el cabello enmarañado y los ojos desorientados a causa del sueño.
Luces terrible, querida me dijiste antes de besarme la frente.
-¿Quieres café?-. Te pregunté.
-Pues sí.
-Vale.
Pero el café no estaba en su tarro, alguien le había tirado y se había regado en la alacena.
-Aquí sólo hay café sobre madera, mezclado con restos de cereales y esas cosas. No me agradas tan poco como para prepararte algo así.- Te dije y te reíste luego de un largo bostezo que casi te deshace.
-Compraré uno allá afuera. Aunque aquí entre nos, preferiría el café con restos de cereales que los que venden fuera, pero estás cansada y aprovechando que Nir duerme, deberías dormir también - dijiste levantándote-. Ahora tengo que irme que se me hace tarde.


Estábamos tan contentos aquella mañana, ¿te acuerdas?



(Ojalá)

Semillas de menta, me estoy muriendo.

He vuelto a hendirme las muñecas, nada más para poner semillitas de menta dentro.
Que porque si grito, nadie me escucha.
¡Maldito dolor visceral!
... La sien me baila y me desordena. Me grita que apague la voz que suplica "Tócame, otra vez..." y yo le digo que no y ella se golpea.
Se cierran mis ojitos tristes y el cuerpo no me responde. La hija de puta se ríe. 
El estomago se queja de no haber probado bocado en horas, y yo le digo que ya pronto tendremos menta y que eso se puede comer, que las grietas no le durarán por mucho. Y sabe que le miento y se encoje y sangra.
Mis labios reniegan, dicen "¿Dónde coño has dejado los cigarrillos? ¿Qué no ves que necesito sentir algo que se le parezca a la lengua, imbécil?"
He vuelto a hendirme las muñecas, y no precisamente para plantar semillas de menta. 




("Tócame otra vez", sigue suplicando la voz. Yo también quiero apagarle...)

domingo, 8 de septiembre de 2013

Cine invisible.

Una de las primeras madrugadas que correspondieron al verano que parecía más invierno que otra cosa, me dio por sentirme sola y ausente. (Porque así estaba)
Aquella vez no me apetecía hacer ninguna de las cosas que se hacen en las madrugadas, (tenía miedo de romperme en el proceso) creí que buscar una película estaría bien, que quizá así me sentiría menos sola.
Ninguna me convencía.
Entre tantos y tantos títulos ridículos, concedí con tristeza y dificultad que lo que yo buscaba era una película que me ayudase a juzgarme a través de alguien que no era real, y que esa película no la encontraría entre etiquetas terriblemente manidas.
(Aquello se le parecía bastante a una de las cosas que temía hacer: sentarme en la oscuridad a herirme y curarme. Se le parecía bastante, sí. Pero no era lo mismo, porque sabía que romperme a través de la ficción, dolería menos.) 
Estaba a punto de desenchufar el ordenador y tumbarme sobre la cama cuando leí a la mitad de un listado "Lost and Delirious" (Sola y delirante).
Entré al enlace que me llevó en coche al internado de las chicas perdidas, y alocadas.
Me limitaré a decir que "Lost and Delirious" me rompió, tal y como yo lo quería. 
Los personajes resultaron ser más reales que yo. 
No parecía que me juzgara a través de ellas, si no al contrario.

En la mañana ya no recordaba muy bien que había sido de mi madrugada.
Miré al ordenador aún encendido y los 103 minutos inefables se me vinieron de golpe. 
"Debe de haber más películas como esta, que abracen, que se adhieran, que asfixien, que rompan. Debe de haber más diálogos que den la impresión de ser naturales, tanto que se confundan con los recuerdos de una conversación ajena, una mañana de noviembre en la terraza de un hotel.", pensé.

Me pasé lo que restaba de aquella fría mañana buscando más películas como esa: reales. 
Fue así como di con el Cine Invisible.
Me encontré con que el cine independiente surgió a principios de los años 1920, a partir de una inconformidad con el sistema encabezado por Thomas Alva Edison. 
Aquellos que no estuvieron de acuerdo con eso de que los productores tenían que pagar un impuesto de medio centavo por cada centímetro de película impresionada, los distribuidores necesitaban contar con una licencia que costaba $5000 al año, entre otras tiranías,  se agruparon creando sus propias organizaciones. Se autodenominaron "Independientes". Edison los llamaba ilegales.
La histoiria del Cine Independiente me pareció maravillosa en sí, pero si algo de todo eso me aprisionó y liberó (simultaneamente), fue la temática que se maneja en als películas: homosexualidad, drogas, prostitución, la mentira del sueño americano, la decadencia de la familia, el suicidio, la solidad, entre otros temas que rompen cuando menos un poco.

El cine invisible es como tener los ojos tan abiertos que puedes quedarte ciego. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Quien pensó en el guión debe estar bastante enfermo.

Te acordarás de aquella madrugada. Ya era 21 de julio.
Me dijiste que estabas cansado, que querías dormir un poco.
Era mentira.
Te fuiste a ensayar tu parte del guión, para que nada fuese a salir mal.
Yo no quise siquiera abrir el cuadernillo en el que se encontraban todas esas letras mecanografiadas por un enfermo que quién sabe quién sea. No quise abrirlo ni en la carretera, cuando iba camino a donde habíamos acordado (al precipicio que llevaba al exilio. Yo no sabía que el sitio al que iba era precipicio que conducía a exilio, porque no quise leer el guión. Mi culpa, sí.) en un bus que ni recuerdo cómo era.

He dejado la casa hecha un lío, Z, nada más por buscar ese puto cuadernillo.
(...)
Lo he encontrado, o algo parecido... Verás, le he roto. No recuerdo haberle hecho pedacitos, pero está hecho una joda, entonces eso significa que le rompí.

Escena: Domingo 21 de julio: de adhesión a vuelo. Precipicio que conduce a exilio. Besos en la nariz y las cicatrices. Luces y cuentos. Termina en algo que no sé que es.

El taxi que transporta a Vía se detiene justo donde Z prometió estar (pero no está). 


Vía: ¿Es aquí donde venden comida china?
Taxista que no es taxista, que es desconocido que no es desconocido nada más, que se confía de Vía, al que llamaremos Cé: ¿Comida china? No lo sé...
Vía: ¿Que no sabe? (Pregunta alterada)
Cé: No, no sé... Creo que era en la otra plaza.
Vía: (Vía se apena, claro.) Ah...

Cé le hace una que otra pregunta a Vía, y Vía apenas las esquiva (con torpeza). Y es triste cómo sus respuestas le van quemando la lengua.
Vía termina por bajar del taxi un poquito pasmada debido a que Cé no ha tenido problema alguno en que ella vaya a buscar a Z.
Y lo encuentra.

Z está sentado sobre una patineta, con la espalda recargada en un poste. 
Z ve a Vía. 
Ella se detiene en cuanto lo nota, se queda así segundos (que parecen muchos) y vuelve a donde el taxi.
Vía piensa "Debería volverme a la central, tomar un bus e irme a buscar a  ░░entنne░ ░░▓░░░|||||||||||||||||▓░░Marc||lay|||||J░░||||||▓░░|||||||||░▓▓19 años░░▓░░░ ░░░|||||||||||▓▓Siempre.
 (Joder, se me ha caído la bebida y se ha corrido la tinta. No importa.)
Pero no, no lo piensa. 
Le paga a Cé y le agradece. Cé le sonrié. Cé lo sabe, sabe que Vía va a caer a un precipicio y que se le va a raspar el brazo izquierdo y los muslos. Lo sabe.


Vía va hacia donde Z. No siente nada. Nada. Nada. Y le preocupa.
"Es real, Vía. Joder. ¡Cuando menos siente miedo, mariposita hija de puta!", se dice.
Le duelen los pasos en el brazo. Se mira las muñecas. Ya va cayendo, ya se le notan los raspones.



Z: Hola. (Se levanta y la mira. Vía apenas (a penas) le ve, pero le abraza. Le abraza como si... Le abraza como si... (Ni cómo terminar la puta frase. ¡Joder!)



De entre todos los pedazos que encontré, el principio de la escena que orilló al enfermo al éxtasis fue lo único entendible. Lo demás estaba destrozado, como una hoja seca que suspira por última vez entre un puño lleno de ira (o ternura). Destrozado o corrido, por mis lágrimas, el café, el té y el alcohol; por mis lágrimas en sí.
Bueno, eso y una nota del autor.


"Que te jodan, Marcela. Te lo tienes bien merecido. 
¿Que por qué?
No sé, Vía(o cómo sea que te llames. 
No sé porque quiero que te balancees sobre el Pont des Arts.
No sé, Livi , no sé porqué quiero que te mates en una pieza de París.
 Nada más lo quiero así. Déjame querer, Alicia, que tú ya has querido mucho.
Pero a diferencia de ti, a mí no me terminarán jodiendo mis propios monstritos. 
Que te jodan, Marcela."





(Y así cuando cumpla los 19 me iré a París, a balancearme sobre el Pont des Arts, a ver si me encuentro con la Maga o con Oliveira. Y a las 8:05 p.m, cuando ya haya comenzado a sentirme desde otro tiempo, me iré a buscar una pieza..)


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dédalo, izquierdo. Dientes, derecho.

Vaya que me fue difícil eso de adherirme a la estabilidad entre pasos y números. Ha de haber sido por perderme en el dédalo de sus dientes salados a causa del bicarbonato.
"Te adelantas mucho", me repetían. 
"No, imbéciles, son ustedes las que van lentas. ¡Joder!"
...En realidad sí, sí, adelantaba los pasos. Desbarataba la estabilidad entre izquierdo, derecho, uno, dos. Más bien andaba "Dédalo, izquierdo. Dientes, derecho." O viceversa, no sé; eso es lo de más menos.
Lamía letras, nada más por si volvían a mirarme de frente, por si sus labios me contaban un impropio o cuando menos un reclamo.
"Pues no puedo andar lento, discúlpenme. Hace frío y me revienta tanta estabilidad... ¡Mírales! Ponte al lado de ese árbol y mírales. Son como jodidos muñequitos, parece que les han acomodado por roto y que les han dado cuerda. ¡Mírales! 
No, no, mejor párate acá. ¿Ya lo ves?, sí que son como muñequitos.
Muñequitos que mueven las manos y todo.
¿Quién les habrá dado cuerda? Van tan bien...
Yo más bien parezco un títere, manejado por un poéta ebrio.
¡Cuántas ganas de acomodarles disparejos y darles cuerda! 
Si yo les diera cuerda, y les acomodara disparejos..."
Y en ese momento:
"Sigues andando muy rápido", me susurra la de al lado y se me eriza la piel.
...Muñequita hija de puta.

(Cuántas ganas de sacarle la cuerda a todos esos muñequitos y acomodarles en un ricón y dejarles ahí siempre. Sin voz, sin cuerda, sin...)