(Putas ganas de deshacerse en el camino.)
¡Cuánto quisiera romperme a la mitad de un grito!
Hay que sonreír, como si vivir mereciera la pena.
¡Hay que cavar un puto agujero y esconderse ahí!
Respira hondo plácido, relájate, déjate llevar, déjate llevar a...
¿A dónde vais a llevarme?
He tratado de evitar encontrarme con la niñita del espejo, y con las otras tres también.
He tratado de esconderme en los huecos de tu playera. Los ojos de la muerte. En tus ojos.
Posiblemente sí estoy muera... ¿Podés llevarme al vacío así, Horacio?
Ya no me apetece despertar.
Arrúllame, Horario, cántame aquella canción... Puisque la terre est ronde mon amour t'en fais pas mon amour t'en fais pas.
Horacio, estoy cansada...
Horacio, hace frío, mucho frío, en el dédalo, hace frío...
Horacio, bien sabes que he cerrado la puerta y que he dado vuelta al cerrojo y que me he quedado inexpresiva. Sabes bien que en la puerta hay una "P" con tinta azul, y que sobre ella hay una "L" a lapiz y que sobre la L a lápiz hay una Z con tiza y cenizas... Ya sabes, Horacio, que hay después de la Z.
¿Cómo es que se puede iniciar anhelando echarse a correr, Horacio, y desintegrarse en el camino..., y terminar llorando, en el suelo, frente a la puerta en la que ya casi no se diferencia la P de la Z, con un cochecito rojo en la mano, con el antebrazo rasguñado por los monstruos...? ¿Cómo es que se puede ser tan... tan (ni puta idea de cómo terminar la frase)?
(Déjate llevar, déjate llevar al vacío)