lunes, 28 de octubre de 2013

Horacio, Horacio...

Putas ganas de echarse a correr.
(Putas ganas de deshacerse en el camino.)
¡Cuánto quisiera romperme a la mitad de un grito!
Hay que sonreír, como si vivir mereciera la pena.
¡Hay que cavar un puto agujero y esconderse ahí!

Respira hondo plácido, relájate, déjate llevar, déjate llevar a...
¿A dónde vais a llevarme?


He tratado de evitar encontrarme con la niñita del espejo, y con las otras tres también.
He tratado de esconderme en los huecos de tu playera. Los ojos de la muerte. En tus ojos.
Posiblemente sí estoy muera... ¿Podés llevarme al vacío así, Horacio? 
Ya no me apetece despertar.
Arrúllame, Horario, cántame aquella canción... Puisque la terre est ronde mon amour t'en fais pas mon amour t'en fais pas. 
Horacio, estoy cansada... 
Horacio, hace frío, mucho frío, en el dédalo, hace frío...
Horacio, bien sabes que he cerrado la puerta y que he dado vuelta al cerrojo y que me he quedado inexpresiva. Sabes bien que en la puerta hay una "P" con tinta azul, y que sobre ella hay una "L" a lapiz y que sobre la L a lápiz hay una Z con tiza y cenizas... Ya sabes, Horacio, que hay después de la Z.
¿Cómo es que se puede iniciar anhelando echarse a correr, Horacio, y desintegrarse en el camino..., y terminar llorando, en el suelo, frente a la puerta en la que ya casi no se diferencia la P de la Z, con un cochecito rojo en la mano, con el antebrazo rasguñado por los monstruos...? ¿Cómo es que se puede ser tan... tan (ni puta idea de cómo terminar la frase)?

(Déjate llevar, déjate llevar al vacío)

domingo, 27 de octubre de 2013

Fotosíntesis.

Cosquillitas en el estómago. Margaritas. Un cochecito rojo.
"Me gustan los cochecitos", dices y alguien se ríe. Soy yo quien se ríe. Soy yo. 
(Hay que escribirlo más de una vez para poder creerlo. Soy yo, quien ríe soy yo. Yo riendo porque te gustan los cochecitos y porque siempre cargas con uno.) 
Labios que (apenas y a penas) tocan mis dedos; los mismos que se pasean como pajaritos sobre mi cabeza.
Tu frente que neciamente se queda con la mía y... "Lo siento". "No digas lo siento".
Tienes la nariz chistosa y los dientes grandes. 
Tus brazos son delgados. Bien podría confundirles con tizas.
Me gusta como el viento te bate el cabello y ...
La cadena que trae Jacob al cuello, que me enreda las piernas.
Nos reímos porque hemos quedado tan cerca que..., y porque no hay que decir lo siento.
Tendré que irme acostumbrando a no cubrirme el rostro con las manos cuando intentes abrazarme, si no seguiré picándote los ojos con los dedos.
Hacía tanto que ...
Cosquillitas en el estómago. Pareciera que nos conocimos en el Pont Des Arts. Margaritas. Un cochecito rojo. Gatos. Me acaricias el cabello y (...). Sos como un gato. Ser como un gato. Horacio que nos sonríe desde la ventana. Tus dedos enredándose en mi cabello. Tu cabello que es un lío. Líos bonitos. Me haces sonreír como sí ... Fotosíntesis.



(La parte más bonita no la he podido escribir. No hay que joderse.
Hay que olvidarse de todo lo nuestro, y sonreír. 
Convertirse en el cuarto de pánico del otro.
 Sonreír como si vivir mereciera la pena.)

domingo, 20 de octubre de 2013

A la una, a las dos...

Trizas, como tela, que caen sobre los hombros y las zapatillas. Y uno se siente tan miserable.
Manos, como tela, que se enredan en el cuello.
Esas cosas, como tela.
...
Me he sentado en una banca de piedra creyendo que... Y he recargado la cabeza en el respaldo y he cerrado los ojos.
Me he dormido.
De esas veces que pareciera que vas en un bote, acariciando a tres lenguas juntas. Imperiosas, dulces e inoportunas lenguas rojas.
Los coches andan con prisa, puedes escucharles, como cuando los animalitos querían secarse y entonces armaron una Carrera de Comité. 
(Todavía no me has explicado cómo es que el Dodo la arregló, Horacio. ¿Porqué coño quieres contármelo hasta invierno? No sé si sabías que el invierno empieza el 21 de diciembre, y... ¡Pues claro, cojonudo!) 
Hay que dibujar un circulo, o lo que sea. No importa la forma. Nada de "a la una, a las dos, a las tres." Uno empieza a correr cuando se le da la gana, y lo mismo al detenerse. No es fácil saber cuando termina la carrera. Nadie gana. Todos ganan. La carrera acaba cuando...
He despertado en la azotea. Me ha hecho cosquillas en la punta de la nariz, con sus pestañas.
He encendido un cigarrillo y he pensado en Yuki. 
Me he vuelto a dormir.
Ya no hay coches, ni animalejos corriendo como les apetece. 
Hay la voz de Insomnia y la de Oniria. Sus voces contando... No sé qué cuentan, pero escoce.
Ya no puedo dormir, ya nadie da vueltas, ya nadie trae dulces en los bolsillos, ya no hay luces, ni piedras, ni bancas en las que bien se puede esperar, ya no. Ya no hay su lunar entre los dedos, ni la punta de su nariz.
Ya no hay tizas, ni cigarrillos, ni putas ganas de lamer más letras, ni...
A la una, a las dos, a las tres.

...






(Le mira como si... -Alicia, toma este cuento pueril, y con mano bondadosa ponlo donde...
-¡Que se te corra la tinta, hijo de puta!- Le interrumpe.)

viernes, 11 de octubre de 2013

Soy yo, somos.

Se me han vuelto a hacer trizas en las manos.
J y Z hechos trizas, en mis manos, otra vez.
Nunca se ha de estar bien junto a la fuentecilla y los pijamas rosas porque enciendes un cigarrillo barato y cierras los ojos y los abres y los ojos desorientados y temerosos del torpe pijama rosa están sobre los tuyos.
Cerca. Muy cerca y te sientes en él y te dice que sí es real. Y sí es real.

Podría, quizá, tomar esta situación por la muñeca y pegarle un letrero en la frente o arrinconarle en el rincón de lo que no importa y doblarme de risa y sangre al compararle con la rayuela o con un desagüe lleno de pecesillos. Lo mismo, al fin y al cabo.

[...]

Cuando el tiempo y las tizas y Z y J y todo se me hace trizas en las manos, es como jugar a la rayuela.
El cielo está en el desagüe lleno de pecesillos.

La otra noche un gato se detuvo de golpe a hacer quién-sabe-qué, le vi desde detrás de los barrotes y el humo, y le llamé y me miró como si...
Me han dicho que los gatos no ocupan de un nombre porque saben quienes son, no como los humanos.
Le conté al gato que te quería, que te echaba de menos, y bajó la cabecita y se marchó.
¿Si entiendes?
Qué triste.

Hay que abrir los brazos y dar vueltas con los pies descalzos y pincharse con las hojas de pino y colgarse del árbol que está en el sótano, o taparse la garganta con píldoras, meter la cabeza en el horno, esas cosas y dar vueltas con los pies descalzos en el patio, sobre la rayuela y las hojas de pino.
Y tirarse al desague (para nadar con los pecesillos).

...